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Artificieros republicanos manipulando una bomba de aviación sin estallar en Madrid. Foto "Archivo rojo", AGA. |
Hay
que abrir un paréntesis para un somero estudio de las bombas de aviación, sus
características y efectos[1]:
Las bombas de aviación tienen una estructura análoga a las de los proyectiles
de artillería. Como ellos estaban construidas por una envoltura metálica, que
en las bombas era muy delgada, terminada en una espoleta. Sin embargo, a
igualdad de peso una bomba de aviación contenía más explosivo que un proyectil
de artillería;
así, una granada rompedora de 340 mm. pesaba 500 kg., de los cuales 30
eran de explosivo, mientras que una bomba de aviación de 500 kg[2]
contenía 240, es decir, casi la mitad de su peso.
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AGA. Artificieros republicanos con una bomba caída sobre Madrid tras su desactivación. |
Su funcionamiento era
conceptualmente parecido al de los proyectiles de artillería, con la diferencia
fundamental de que eran arrojadas desde el aire, no necesitando, por tanto,
percusión para iniciar el movimiento. Además, la capacidad de penetración
depende de la velocidad del impacto, del peso y de la distancia, recaía
directamente en un valor fijo , el peso, y en otro variable, la altura desde la
que se arrojara la bomba, ya que en este caso la distancia juega a favor de la
velocidad y no en contra como con los proyectiles.
Todos estos factores hacían que la
capacidad de destrucción de las bombas aéreas fuera:
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Datos extraídos de: . Los restos del asedio. Fortificaciones de la Guerra Civil en el Frente de Madrid. Ejército Nacional. Madrid, 2004. Ed. Almena, Ricardo Castellano Ruiz de la Torre. |
El
peligro de estas explosiones radicaba tanto en la onda expansiva como en la
posibilidad de ser alcanzado por metralla o cascotes, o, peor aún, ser
sepultado por el derrumbe de un edificio. Siguiendo la doctrina militar de la
guerra aérea del periodo de entreguerras, se arrojaban simultáneamente decenas
de pequeñas bombas incendiarias, para aumentar la capacidad destructiva de los
bombardeos.
En consecuencia, el espesor que debían
tener las construcciones para resistir el impacto de las bombas era el siguiente:
Bomba
|
Tierra
|
Mampostería
|
Hormigón
|
Hormigón armado
|
10 kg.
|
3 m.
|
0,75 m.
|
0,40 m.
|
0,25 m.
|
50 kg.
|
5 m.
|
1,50 m.
|
1,00 m.
|
0,70 m.
|
100 kg.
|
8 m.
|
2,50 m.
|
1,70 m.
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1,10 m
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500 kg.
|
12 m.
|
4,00 m .
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2,10 m.
|
1,40 m.
|
Con lo que es evidente que la inmensa mayoría
de las edificaciones madrileñas de la época difícilmente podían soportar[3],
sin riesgo para sus ocupantes, el impacto de una bomba de aviación de tamaño
medio.
Si
nos referimos a abrigos subterráneos reforzados, los grosores que debía tener
su techumbre variaban según el calibre del armamento con que fueran atacados.
Además de 1 m. de mampostería y 1 m. de piedra picada, la tercera capa (de
hormigón y pegada a la superficie) debería contar con un grosor entre 0,5 m y
1,5 m. según el calibre, la protección que sentían los madrileños en sótanos y
refugios improvisados era más psicológica que real, un impacto directo suponía
su muerte o quedar enterrado entre escombros.
Panoplia de bombas de fabicación alemana de la 2ª Guerra Mundial de hasta 500 kg (no todas se emplearon necesariamente en la GCE):
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Panoplia de bombas de fabicación alemana de la 2ª Guerra Mundial de hasta 500 kg (no todas se emplearon necesariamente en la GCE). |
[1] Castellano, Ricardo. Los
restos del asedio. Fortificaciones de la Guerra Civil en el Frente de Madrid.
Ejército Nacional. Madrid, 2004. Ed. Almena, pág 48 y ss.
[2] En el periodo que nos ocupa las
bombas que se arrojaron sobre Madrid pasaron, de las iniciales de 10 y 50
kg a las de 100, 200 y 250 kg, sin
olvidarnos de las tan minúsculas como peligrosas bombas incendiarias de 1 o 2
kg. Las bombas de 500 kilos no se emplearon hasta más avanzada la contienda, se
citan a modo de ilustración de la proporción explosivo-peso comparadas con los
proyectiles artilleros.
[3] Bien las pequeñas casas obreras de una o dos planta
construidas en ladrillo en los suburbios, bien los edificios de varias plantas
del centrp, construidos en su mayoría en el siglo XIX, a base de mampostería,
madera y tejas, según la técnica de los muros maestros, gruesas y fuertes
paredes exteriores y techumbres ligeras, una bomba grande, atravesaba el tejado
y varios pisos, y, al estallar, bien demolía el edificio, bien destruía su
interior dejando en pie sólo los muros exteriores, como se aprecia en múltiples
fotografías de la época.