viernes, 30 de diciembre de 2016

30 DE OCTUBRE 1.936, LA PRIMERA MASACRE DE LA AVIACIÓN EN MADRID


[...]     El verdadero terror llegó el día 30 de octubre de 1936, cuando los muertos y heridos pudieron  contarse por decenas. Una vez más se atacó Getafe, pero a diferencia de otras ocasiones las bombas no cayeron en la base aérea o en los campos circundantes sino en el casco urbano, sin interés militar, alcanzando una escuela, con el resultado espeluznante  de 60 niños muertos. Pocos datos hay de esta masacre, por una serie de factores; Getafe cayó ante las tropas franquistas a los pocos días, el 4 de noviembre, coincidió con el primer bombardeo de alta mortandad en la capital y también con el inicio de la conocida como Batalla de Madrid.

  La ciudad continuaba su vida cotidiana, sin ser consciente de la inminente llegada de las fuerzas enemigas, en la prensa se hablaba aún del “sector del Tajo”, cuando se combatía un buen trecho dentro de la provincia de Madrid, muestra de esa falta de la noción de peligro son las actas municipales. Ese día, por ejemplo, los acuerdos de la corporación municipal, que cuentan todavía con la firma del Alcalde, Pedro Rico, tratan sobre temas de gestión educativa, se aprueba tras propuesta previa de la Inspección profesional del Distrito de Congreso de crear una nueva plaza de maestro para el grupo escolar Amador de los Ríos, que pedía en consecuencia autorización para efectuar la compra del material pedagógico necesario y se aprueba, además, facilitar el mobiliario necesario para ubicar a los nuevos alumnos, que se sufragará al cincuenta por ciento entre el Municipio y el Estado[1].

  Ese penúltimo día del mes, los aviones volaron a gran altitud para evitar su detección, las bombas cayeron pues sin buscar un objetivo preciso, desparramadas por el centro de la ciudad[2],entre la calle de la Luna al norte y la puerta de Toledo al sur, a diferencia de anteriores ataques este se realizo a plena luz del día, en horas de total actividad: cerca de las cinco de la tarde, alcanzando un autobús lleno de pasajeros y una cola frente a una tienda de alimentación, lo que explica tan alta mortandad. El informe policial finaliza indicando una suma total de 57 muertos y 255 heridos, un total de 312 bajas, si bien un estudio detallado de éste nos aporta un sustancial cambio de cifras, siendo 58 fallecidos y 270 heridos, un total de 328 víctimas, pero ahí no queda el asunto, pues el cruce de estos datos con los obtenidos de revisar las fotos de los cadáveres ingresados ese día en el depósito judicial de Madrid[3] se pueden obtener datos que cuadran totalmente, a saber:

  El número definitivo de muertos del día 30 sería de 75, lo que no sería contradictorio con los datos del informe policial, pues en él aparecen los datos de muertos y heridos en diversos establecimientos sanitarios de la capital, entre ellos 7 heridos diagnosticados como “gravísimos”, que probablemente fallecieran en las horas siguientes, lo mismo podría haber pasado con otros heridos cuyo diagnóstico no se señala en el informe[4], con lo que las cifra cambiarían a 75 muertes y 253 heridos, al pasar 17 personas del segundo estado al primero, manteniéndose la cifra total resultante en 328 bajas. Con lo que, en Madrid capital, en la última semana de octubre de 1936 y según partes de la policía urbana el número de víctimas de los bombardeos de la aviación franquista fue:


Día

Muertos

Heridos

Víctimas

23
   -
13
13
27
   -
14
14
30
75
253
328

Total

75
280
355


A los que habría que añadir los 60 niños muertos en Getafe, con lo que tendríamos 135 muertos y  280 heridos[5], un total de 415 bajas civiles[6], que suelen ser obviadas[7] a la hora de calcular a las víctimas por bombardeo habidas en Madrid durante el asalto frontal, las tres primeras semanas de noviembre de 1936 cuando son evidentemente computables como parte de un mismo todo:  los bombardeos intimidatorios de la aviación franquista sobre la retaguardia madrileña, con objeto de desmoralizar a la población civil y a los combatientes locales, que verían inútil su lucha en las trincheras de la periferia, los suburbios o la propia ciudad para defender a sus familias del ataque aéreo y artillero[8], y obligar a la rendición de la plaza para poner fin al sufrimiento de sus habitantes.


  Lo que no se puede poner en duda es que la decisión de bombardear Madrid provenía directamente del Cuartel General de Franco[9], como reconoció en fecha tan temprana como 1945 Alfredo Kindelán, que fue el Jefe de la aviación franquista durante la guerra y promovió la candidatura de Franco como jefe único y Generalísimo[10].
  Literalmente dice:  Franco ordenó un ensayo de actuación desmoralizadora de la población mediante bombardeos aéreos. Hubo que desistir de ellos al comprobar que para los dirigentes extranjeros[11] la destrucción de Madrid, más bien les alegraba que les disgustaba. A nosotros bien nos dolía en cambio, ya que operábamos en nuestra propia carne. Por ello Franco renunció a este medio, que nos hubiera conducido a la conquista de Madrid, pero de un Madrid en ruinas[12]”.

   Sin embargo, estos reparos a dañar la ciudad no impidió su constante bombardeo artillero, y hay que tener en cuenta, que tras fracasar el asalto directo a Madrid, la aviación de bombardeo nacionalista fue trasladada a operar sobre el frente norte, con lo que como poco se puede sospechar que si hubieran dispuesto de medios aéreos suficientes, probablemente se habría continuado la campaña aérea sobre la capital.
  Ese mismo día y los siguientes la prensa dedicó buena parte de sus titulares y editoriales a la masacre, si bien en ningún caso se dieron cifras, ni tan siquiera aproximativas, de víctimas, se habló de “salvajada”, “barbarie fascista”,”gran hazaña de los traidores”, “peor que las fieras” y expresiones similares, destacando la intervención de aviones extranjeros para atacar a la población civil española, en flagrante contravención del pacto de no intervención.

La misma noche del 30, el vespertino “Heraldo de Madrid”, trataó brevemente el ataque: “Los traidores no pueden dar la cara, sólo saben agredir a traición” titulaba, y en un sucinto breve relataba lo sucedido: “En la tarde de hoy han volado sobre Madrid algunos aparatos facciosos, que dejaron caer varias bombas, cuyos efectos no se han podido todavía localizar”[13]. El día 31 el mismo diario dedicó grandes espacios de su portada a abordar el tema, una ilustración muestra un bosque de puños que se alzan al paso de un avión con el texto “¡Hay cosas que hacen levantar el puño hasta a los más indiferentes!”, destacando el impacto del bombardeo sobre la opinión pública británica, tal vez con la esperanza de que este hiciera cambiar su política exterior respecto a la guerra civil, un escrito de investigadores, científicos y escritores afirmaba que actos como el del día 30 colocaban a sus responsables fuera de toda categoría humana. Desde unos días antes y en adelante se destacaría habitualmente en toda la prensa la diferencia entre la forma de actuar de las dos aviaciones, y se informaba de las órdenes del ministro de Marina y Aire a la aviación republicana para atacar sólo objetivos militares[14]. Desde ese día, los partes del citado ministerio comenzaron a apostillar las acciones de su aviación con frases del estilo “todos los ataques que realiza nuestra aviación se limitan a aeródromos y posiciones enemigas, absteniéndose de lanzar proyectiles sobre las zonas urbanas de las poblaciones”[15]. Como muestra de ello en la prensa se hizo gran eco de los ataques sobre los aeródromos nacionales de Sevilla, Salamanca y Talavera[16].

  Desde los periódicos madrileños se trató de canalizar la rabia causada por el ataque, para reforzar la moral de combate de las tropas y aumentar el rechazo de los civiles hacia los agresores con frases como:

  “Mujeres y niños, carne de nuestra carne, seréis vengados. Combatientes: al otro lado de las trincheras es donde la canalla enemiga aguarda la consumación justiciera de nuestra implacable venganza.”[17]
 “Los asesinos vuelan sobre Madrid”. “Castigo implacable para los asesinos de nuestros niños y nuestras mujeres. El pueblo de Madrid debe fulminar su justa cólera contra los bárbaros que quieren aniquilarlo.”[18]

  “Ninguna salvajada del enemigo puede inducirnos a sorpresa.”[19]

“Todo Madrid, indignado por la salvajada fascista de ayer. Católicos, comerciantes testimonian al Gobierno su adhesión.”[20]

  En el mismo diario se consideró necesario recordar como actuar ante la alarma aérea “Cuando las sirenas avisen el peligro, todos los ciudadanos a los refugios”, ante la incipiente costumbre de muchos madrileños de preferir observar las evoluciones de los aviones a ponerse a cubierto en los refugios, cuestión que iría a mayores cuando en las semanas siguientes empezaran a entablarse combates aéreos sobre los cielos de Madrid. [...]




[1]              Archivo de la Villa, Inventario General Tomo 104. Sección de Gobierno Interior y Personal, pág 198.
[2]            A.H.N, C.G., Madrid.  El parte policial (Policía Urbana) señala los impactos en las siguientes direcciones:
                 C/ Fuencarral frente al  nº103, C/ de la Luna nº 11, C/ Preciados esquina Pza. del Callao, C/ Bordadores frente al nº 7, C/ del Nuncio frente al nº3, Cine Toledo (en la calle homónima), Parque del Servicio de Incendios de la Puerta de Toledo, C/ Mesón de Paredes frente al nº17, C/ de la Esgrima frente al nº9, C/ de Jesús y Maria; C/ de la Espada frente al edificio de la Gota de Leche, C/ Dr. Cortezo esquina Pza. del Progreso (actual Pza. de Tirso de Molina), C/ Carretas finca nº41.. Son 13 direcciones, por lo que no sería aventurado afirmar que se trató de entre uno y tres bombarderos trimotores Ju-52 o Savoia-81, pues a esas alturas de la guerra eran habituales las bombas de 50, 100 y 200Kg y la capacidad de carga de éstas en ambos modelos rondaba los 1.000 o 1.200 kg.
[3]              A.H.N, C.G., Madrid, fotos individuales de cadáveres con fecha del 30/X/36 a enero de 1937. Hay que señalar que esas fotos pertenecen claramente a cadáveres de víctimas de bombardeos, por otro lado, si fuesen víctimas de la represión el la retaguardia republicana no se encontrarían catalogadas en ese legajo encabezado, como los demás de los que hemos manejado información como “Fotografías o cuestiones inoperantes o sin autenticidad, en relación con lo dispuesto por decreto 26 de Abril de 1.940”, lo que indica que no se deben tener en cuenta para las investigaciones de la “Causa General”. Bajo el mismo encabezamiento aparecían, por ejemplo fotografías de los daños a inmuebles causados por los bombardeos en Madrid, Valencia, Albacete y otras ciudades republicanas.
[4]              Hay varias personas de las que se indica que por su estado no se les pudo tomar la filiación. En unas casa de socorro se tomó filiación completa (nombre, apellidos y dirección)  y se hizo constar diagnóstico, en otras consta la filiación pero no el diagnóstico y en un tercer grupo, filiación parcial (sólo nombre y apellidos) y diagnóstico y en el Hospital de Beneficencia Provincial ingresaron 85 heridos, de los que 15 fallecieron a los pocos momentos sin que conste dato alguno de los 85.
[5]              Montoliú, Pedro, Op. Cit, pág 174 da la cifra de 160 madrileños muertos y 269 heridos por bombardeo durante el mes de octubre, pero no señala la fuente de los datos, el total es de 429 bajas, muy similar a nuestras cifras.
[6]              En realidad no aparece indicada la condición civil o militar de ninguno de ellos, pero cuando se trataba de milicianos, soldados o guardias solía hacerse constar, y en ese día la mayoría de los combatientes estaban en el frente, aún a 15 o 30 kms de Madrid no localizándose ningún acuartelamiento en las direcciones donde cayeron las bombas, por lo que de haber habido bajas militares,  hubieran sido meramente casuales.
[7]              Por ejemplo en la enciclopédica Guerra aérea 1936-1939, de Jesús Salas Larrazábal, cuyos datos son tomados literalmente, erratas incluidas y sin citar fuente, por Pío Moa para minimizar los resultados de los bombardeos franquistas, en la que se detallan minuciosamente las acciones de la aviación nacionalista y se omiten los hechos del 30 de octubre.
[8]              A los pocos días la artillería nacional tendría a la capital en el radio de acción de su fuego, y a él la sometería los siguientes 30 meses.
[9]              Es habitual en la historiografía franquista que se trate de justificar los bombardeos, de Guernica por la Legión Cóndor alemana en abril de 1937 y los bombardeos masivos de Barcelona por la Aviación Legionaria  italiana en marzo de 1938, como acciones autónomas de estos cuerpos, que habrían desobedecido las instrucciones de Franco o actuado sin consultarle.
[10]            Kindelán, Alfredo. Teniente General del Ejército. Mis cuadernos de guerra 1936-1939. Madrid, 1945. Ed. Plus Ultra, págs 33, 34 y 36. Y eso que esta edición fue censurada, por considerarla crítica en exceso con ciertas decisiones militares de Franco durante la guerra, por lo que no puede considerarse la inclusión de este comentario como algo censurable en la España de 1.945.
[11]            Se refiere a los soviéticos, que, a su entender,  regían los designios de la España republicana.
[12]            Así justifica lo que el llama “el desistimiento de Madrid”, una forma eufemística de reconocer su incapacidad para tomar la ciudad.
[13]            Contrasta los escasos datos aportados en el breve, con lo rotundo del titular, no es caso único en los diarios de esos días, lo que parece señalar un cambio precipitado en las consignas acerca de cómo abordar los bombardeos, pasando de tratar de minimizarlos a destacar su relación con la violación de la no intervención y su intención de atacar a los civiles en la retaguardia.
[14]            En semanas anteriores se había hablado abiertamente de los ataques aéreos republicanos sobre Oviedo y Huesca, por ejemplo, claro que efectuados por escasos y obsoletos aviones de preguerra, con el incremento de la fuerza aérea franquista, la aviación republicana se inclinaría a una postura defensiva, basada en la aviación de caza y su fuerza de bombarderos sería considerablemente menor que la de aquellos.
[15]            Servicio Histórico Militar. Partes oficiales de guerra 1936-1939..Tomo II, Ejército de la Republica. Madrid 1.978. Ed. San Martín, pág 99.
[16]            Efectuados por los recién llegados bombarderos de fabricación soviética Tupolev SB “Katiuska”, cuya exitosa actuación inicial fue rápidamente contrarrestada por la aviación de caza enemiga.
[17]            Ahora 31-X-36.
[18]            La voz  31-X-36 y 1-XI-36.
[19]            El socialista 31-X-36.
[20]            Mundo Obrero 31-X-36.

lunes, 26 de diciembre de 2016

EL HERALDO DE LA MUERTE (primera incursión aérea sobre Madrid, agosto de 1936).



El heraldo de la muerte, primera incursión aérea sobre Madrid, agosto de 1936.
[…]  Los primeros ensayos de defensa civil republicanos ante la eventualidad de un bombardeo aéreo se produjeron el 6 de agosto; las autoridades informaron de que se debían apagar las luces a las diez de la noche, hora a la que igualmente quedaba restringida la circulación de vehículos. El mismo día se trató de hacer cumplir la normativa, para comprobar la capacidad de reacción de la población, lo que fue vigilado desde el aire por aparatos de la aviación republicana. El resultado fue positivo, pues al día siguiente, el 7, se indicó que sólo en algunos barrios periféricos se había incumplido el horario o se había hecho caso omiso, por lo que se procedería a multar a los infractores. Ese mismo día se repitió el ensayo, en esta ocasión se complemento con la apertura de las estaciones de Metro y se puso en estado de alerta al Cuerpo de Bomberos.
  El día 8 se publicaron las normas corregidas y ampliadas de defensa de la ciudad, que se deberían cumplir estrictamente en caso de ataque desde el aire. Se estimó, en ese momento, que tales disposiciones pasarían a estar en vigor durante todo el periodo que durase la guerra.
Decían así[i]:
  Primero.  A las once de la noche[ii] se apagará el alumbrado público de la ciudad. Los vecinos, si quieren tener alguna luz encendida en el interior de sus casas, habrán de cerrar en absoluto las ventanas y balcones[iii] o cualquier hueco que pudiera arrojar claridad al exterior.
  Segundo.   Los tranvías podrán circular hasta las once de la noche.
  Tercero.  Los autos podrán asimismo circular en los términos que vienen haciéndolo durante el día hasta la misma hora de la noche. A partir de ese momento sólo podrán circular los coches oficiales o los que sean autorizados expresamente por el Ministerio de la Guerra[iv].
  Cuarto.  El Metro prestará servicio de viajeros hasta las dos de la mañana. En todo caso las entradas de las estaciones estarán abiertas toda la noche, para que puedan refugiarse de los peligros ocasionales en caso de sufrir la ciudad un ataque aéreo. A partir de las once, la dirección del Metro cuidará de que las luces de las escaleras de acceso a las estaciones estén apagadas, entretanto se las dota de unas pantallas especiales, en cuyo caso estarán encendidas.
  Quinto.  Si el servicio de defensa establecido por este Ministerio de la Guerra señalara la presencia de aviones enemigos, el Cuerpo de Bomberos recorrerá las calles principales, anunciándolo al vecindario mediante empleo de sirenas. Si esto ocurriera, los vecinos de las piezas superiores deberán trasladarse a las plantas inferiores o sótanos de sus casas o a la estación de Metro más próxima.
  Sexto.  Queda terminantemente prohibido formar grupos en las calles después de las once de la noche.
  Séptimo.  Igualmente se prohíbe verificar ningún registro domiciliario que no sea ordenado por este Ministerio o por el de la Gobernación o la Dirección General de Seguridad[v].


  La población de Madrid respondió positivamente a las instrucciones del Gobierno. Varios días duraron las experiencias. Con la importante excepción de los algunos adversarios del régimen que aprovecharon la oscuridad durante los simulacros para tratar de sembrar la confusión mediante el “paqueo”[vi], como había sucedido los primeros días del conflicto, por ello, el día 10, se retocaban otra vez las medidas de precaución: se ordenó no apagar el alumbrado público ni el de las viviendas y edificios oficiales, salvo caso de alarma, durante la cual los coches de la Dirección General de Seguridad darían las instrucciones oportunas, quedando vigentes las medidas al respecto de circulación de vehículos.

  No se habían cumplido aún las cinco primeras semanas de la guerra  cuando por primera vez sonaron las alarmas en Madrid por causa real. Las primeras aproximaciones de la aviación de los sublevados hasta la capital y su entorno tuvieron lugar el domingo 23 de agosto con escasa efectividad. El objetivo fue la base aérea de Getafe y las bombas arrojadas no alcanzaron su objetivo, el pobre resultado de la incursión fue el incendio de unos campos cercanos, pero la importancia moral fue mayor, de tal modo que suscitó incluso alguna reseña de prensa para calmar las inquietudes desatadas y preparar a la población para ulteriores sucesos de ese cariz con peores resultados.
Un diario de la capital[vii] trató de quitar importancia al asunto incidiendo en el esfuerzo que supuso a la (por entonces) débil aviación franquista, concentrar varios de sus aparatos en las inmediaciones del frente de Madrid para un resultado tan insignificante, pero apuntando que probablemente se verían pronto aviones sobre los tejados de la capital sin que ello tuviera que atemorizar a la población, que debería prepararse para cumplir las indicaciones previstas para tal caso, además de  destacar la inutilidad de censurar sucesos como el acaecido tanto como la de magnificar su verdadera importancia.
   Sin embargo, los ensayos preventivos y la difusión de esta primera tentativa en el entorno de la capital debieron causar cierta psicosis, a tenor de la alarma causada en el populoso barrio de Tetuán (de hecho por entonces aún formaba parte de un municipio independiente, Chamartín de la Rosa), al norte de la ciudad, que tomo por un ataque aéreo la explosión accidental de dos artefactos en un arsenal emplazado en la zona, resultado de la cual falleció un miliciano.

                            Imagen superior: un Junker JU52 en la guerra civil española.(A título informativo, ni la imagen corresponde  a la fecha citada ni el aparato cncreto es exactamente el mismo).

 El 26 de agosto y de nuevo en la madrugada, un avión enemigo sobrevoló por primera vez Madrid, sin efectuar ataque alguno y sin apenas repercusión entre la población, no así entre la prensa, “Como el ladrón en la noche” señaló “Claridad”, portavoz de la U.G.T, “un aparato volvió a sobrevolar Madrid, sin poder alcanzar su objetivo tras ser puesto en fuga por las defensas de la ciudad, cumpliendo las milicias en su mayor parte las órdenes recibidas al respecto de no hacer fuego de fusil contra el aparato”, por su poca eficacia y la mucha alarma que causan los disparos, viéndose obligado a lanzar sus bombas (en este caso todavía las pequeñas bombas de 10Kg.) en los campos periféricos (los bombarderos arrojaban sus bombas para deshacerse de peso en su huida de los cazas, más ligeros y veloces, además de evitar riesgos en caso de tener que aterrizar portando aún su peligrosa carga) sin daño alguno, excepto el sobresalto que el sonido de las explosiones supuso para los habitantes de los suburbios cercanos. La prensa local difundió al día siguiente dos versiones distintas del desarrollo y final de los hechos. Según “La voz”  las piezas de la defensa antiaérea “colocadas en puntos magníficamente estratégicos lo hostilizaron con tan excelente eficacia” que lo pusieron en fuga, perseguido por los cazas en dirección a la Sierra, siendo recibidos por la población con “una gran indiferencia y tranquilidad la aparición  vergonzante de los aviones facciosos”. Según el “Claridad”, que tituló la reseña como “La victoria de esta madrugada” el avión fue derribado por los cazas republicanos antes de alcanzar en la huida sus líneas , la misma versión, ampliada siguió “Ahora”[viii], que aporta un  nuevo dato, el objetivo del ataque no era solo atemorizar a la población, sino atacar las bases aéreas en torno a Madrid (Barajas, Getafe y Cuatro Vientos), ninguno de los objetivos fue alcanzado, al ser puesto en fuga por el fuego de fusilería y ametralladora de los milicianos (en contraste con lo afirmado por el diario anteriormente citado) y perseguido y derribado por la aviación. El aparato llegó a la ciudad sobre las cinco de la madrugada, volando a gran altura, arrojando proclamas y descendiendo a unos doscientos metros en la zona de Tetuán y Cuatro Caminos,  donde los disparos le obligaron a elevarse de nuevo. El derribo no aparece como verificado (de hecho ni en el parte oficial de guerra republicano ni en los informes nacionales aparece tal suceso) sino testimoniado por las declaraciones de los pilotos perseguidores, que narraron ver “cabecear” al aparato (que describen como trimotor) y que “tuvieron la impresión” de que caía cerca de las líneas rebeldes.
  Al día siguiente de madrugada los capitanes Haya y  García Morato[ix], (el primer piloto personal de Franco durante la guerra y creador de la primera escuadrilla de bombardeo nocturno, el segundo futuro “As” de la aviación de caza franquista),  pilotaban otro aparato, un DC-2, cuya actuación fue silenciada por la prensa, que atacó los aeródromos de Cuatro Vientos y Getafe, arrojando tres bombas en cada uno de ellos, que tuvieron como resultado la primera muerte por bombardeo (excluyendo el frente) de la zona madrileña: un soldado[x].
  Estas incursiones hicieron necesario recordar las directrices y instrucciones dictadas en los simulacros de principios del mes de agosto acerca de unos ya no hipotéticos posibles ataques aéreos
  El viernes 28 de agosto de 1936 tocaba a su fin, apenas faltaban unos minutos  para la medianoche, cuando los muchos ciudadanos de Madrid que aún permanecían despiertos, pues la guerra aún no había trastocado demasiado los horarios habituales de la ciudad y el fuerte calor veraniego no ayudaba a conciliar el sueño, se vieron sobresaltados por unas explosiones inesperadas. Se trataba del primer ataque aéreo a la aún capital de la República[xi] por un solitario avión de bombardeo, un trimotor Junker Ju-52 pilotado por el alemán Von Moreau auxiliado en funciones de guía y copilotaje por el capitán Joaquín García Morato[xii].  El piloto español guió al alemán haciéndole seguir las principales arterias de la ciudad hasta alcanzar sus objetivos, grandes edificios de reconocible silueta. El aparato germano arrojó su carga, dos bengalas y tres bombas de 10 kg, desde una altura aproximada de 500 metros sobre el Ministerio de la Guerra y la Plaza de la Cibeles (entonces llamada de Canalejas), causando la muerte a un cabo y heridas a tres soldados, así como daños al pilón de la fuente monumental, desde allí se dirigió al Paseo del Rey donde lanzó otra bomba sobre un garaje incautado por el Círculo Socialista del Oeste, causando  heridas a dos guardias municipales (guardias del Cuerpo de Seguridad, según otras fuentes que los sitúan cerca de la Estación ferroviaria) y la destrucción de varios vehículos y, por último, sobrevoló Estación del Norte que asimismo atacó con otro artefacto explosivo[xiii].
Un total de un muerto y cinco heridos, aparentemente todos combatientes o fuerza pública, otra fuente trastoca estos datos y habla de 16 heridos sin especificar grado de gravedad ni si son civiles, milicianos, mujeres u hombres.[xiv] No parece desde luego que las defensas antiaéreas de la capital fueran ni mucho menos tan eficaces como la prensa divulgó en días anteriores: un único trimotor recorrió el cielo de toda la capital atacando con impunidad objetivos de primer orden sin verse hostigado por los cazas gubernamentales y sin problema alguno  causado por las fuerzas de tierra. Pese a lo declarado en esos momentos la artillería antiaérea era de hecho inexistente, limitándose a unas cuantas ametralladoras emplazadas en las azoteas de los edificios más altos con la colaboración de los fusiles de las milicias de retaguardia muy ineficaces para esa función, y menos sin el entrenamiento y coordinación necesarios para que tuvieran un mínimo de utilidad en ese aspecto[xv]. El parte oficial de guerra del ejército franquista reseñó el hecho de la siguiente forma[xvi]:

“29 de agosto

       Ejército del Norte

  Las fuerzas aéreas han actuado con gran actividad en los distintos frentes, en misiones de bombardeo y reconocimiento, logrando señalados éxitos principalmente en el bombardeo nocturno de Madrid y el efectuado en la mañana de hoy sobre Eibar (Guipúzcoa).

Bombardeo sobre Madrid

  En la noche del viernes al sábado fueron bombardeados en Madrid, el Ministerio de la Guerra, la Estación del Norte y el aeródromo de Barajas.

            En la imagen, Joaquín García Morato, en la imagen ya como lider de escuadrilla de la caza nacionalista y "As"    de   la aviación franquista, coprotagonista del primer bombardeo sobre la ciudad de Madrid la noche del 28 al 29/08/36.

Los informes oficiales republicanos fueron más genéricos, apenas  cuarenta y cinco minutos después del ataque, como suplemento al Parte Oficial de Guerra del 28 de agosto informó:

“Anoche a las doce y media

  El público acaba de oír una explosión. Se trata de una bomba que un avión enemigo acaba de lanzar con el propósito de cundir la alarma. El Gobierno, seguro de la calma y la  serenidad del vecindario madrileño, sabe que este sabrá evitar el propósito faccioso.”

El Parte Oficial del Ministerio de la Guerra del 29 de agosto dice, retomando el mismo tema: “Por la tarde. Anoche fue bombardeado Madrid sin que fuesen alcanzados por el enemigo los objetivos militares propuestos.”

 La prensa capitalina recogió con profusión  en sus portadas este primer ataque aéreo efectivo sobre los  tejados de Madrid. Según “Claridad”, el pueblo de Madrid se rió del terror que pretendían infundirle las nocturnas aves, iniciando lo que se convertiría en tónica durante toda el conflicto, resaltar el humor con que los habitantes se tomarían las sucesivas penalidades de la guerra, poniendo en boca de una supuesta “comadre” del populoso barrio de Cuatro Caminos la frase “Ese es un pájaro de cuenta, que vomita sobre nosotros la borrachera que ha cogido en Burgos”.
“Mundo Obrero” hace un comentario más profundo, incidiendo en la supuesta inexpugnabilidad de Madrid por el aire, pese al acercamiento de aviones que se aproximaban “amparándose en las sombras de la noche”, incidiendo en un aspecto que el tiempo haría lugar común: los ataques sobre la retaguardia eran demostración de la impotencia y la debilidad de los nacionales, bien para tomar Madrid, bien para hacer pagar las ofensivas gubernamentales en diversos frentes. “El Socialista” , órgano del P.S.O.E., hizo una descripción más aséptica y aportando datos objetivables. Según dicho rotativo el aeroplano arrojó un total de seis bombas; tres en la zona de Cibeles y tres en lo que por error llama la zona norte de la ciudad, en realidad la zona de la Estación del Norte, al oeste de la villa.   Excepcionalmente da datos sobre víctimas[xvii], sin reconocer ninguna muerte, sólo un número indeterminado de heridos que califica como de carácter leve. En la editorial trata el tema del bombardeo, calificándolo como estupidez y “signo infamante de la rebelión”, pronosticando que ulteriores intentos de doblegar a una ciudad de un millón de habitantes mediante ataques, “ya no de uno, sino de cincuenta, cien o doscientos aparatos serían una carnicería espantosa, pero de dudosa efectividad militar”, a tenor de la incapacidad de sus tropas para tan siquiera forzar los pasos de la Sierra. “La Voz” encabeza a toda página; “Los ataques aéreos del enemigo no pueden producir daños graves a Madrid”, en el texto minimiza los resultados de las incursiones de los días 27 y 28 llegando a afirmar que ambos aparatos fueron derribados (cuando el derribo del primero era cuanto menos dudoso, y respecto al del segundo, es la única fuente que lo afirma) sin aportar novedad ni en el enfoque ni en el desarrollo: síntoma de impotencia militar, inutilidad del acto, nocturnidad, efectividad de las defensas etc... Incluye una caricatura al respecto, donde dos relajados milicianos observan un lejano y solitario aparato al que califican de ¡Grandísimo Caproni!, en un obvio juego de palabras que se haría habitual, así como la temática de los bombardeos en las caricaturas de los diversos diarios. Para “El Sol” lo más destacable fue la “serenidad magnífica” del pueblo madrileño, más interesado en las evoluciones del aparato incursor y sus perseguidores que temeroso del ataque.

  Estas primeras aproximaciones de aparatos solitarios reavivaron el interés por las disposiciones gubernamentales para la defensa en caso de ataques aéreos, que apenas tres semanas antes habían sido recibidas con escasa curiosidad e interés. Se recomendó crear un comité de casa compuesto de tres personas enérgicas, encargadas de requisar y acondicionar las cuevas (sótanos) o plantas bajas, con objeto de que sirvieran de refugio; proveerse de linternas suficientes para no tener necesidad de encender las luces de la escalera (en cumplimiento de las instrucciones para la defensa antiaérea), cuidar que el descenso de ésta se hiciese en orden, destacar un par de hombres para apagar las farolas de la calle (para disminuir la visibilidad y el riesgo de explosiones de gas, en caso de alcanzarse las canalizaciones), apagar las luces de las viviendas, pero dejar abiertas puertas y ventanas de las habitaciones para evitar la rotura de cristales por la onda expansiva de las posibles explosiones y no olvidar que el ruido de la explosión era señal de haber pasado la descarga[xviii].
  El primer golpe en la puerta del cielo de Madrid, sacó a la ciudad de un cierto relajamiento en el que se había sumido tras los primeros días de exaltación en el mes de julio, con el frente estabilizado en el sector de la Sierra y aún lejano en el sector Tajo-Extremadura. El último día del mes se publicaron en prensa y radiaron las siguientes disposiciones para la eventualidad de ataques aéreos:

Medidas urgentes para la defensa de Madrid contra un ataque aéreo. Nota del Ministerio de la Gobernación:

“En previsión de ataques aéreos del enemigo, se han adoptado por este Ministerio diferentes medidas de orden general para la defensa de Madrid y para la protección de la población civil, que deben llegar a conocimiento del público. Son las siguientes:
  Primera. El Ayuntamiento de Madrid reducirá el alumbrado público al indispensable para el tráfico nocturno. Quedan prohibidos los anuncios luminosos. Las fuerzas de orden Público y milicias vigilarán que no se causen desperfectos en los faroles que queden encendidos, ya que su escasa luz es invisible desde el aire.
  Segunda. El alumbrado de las casas particulares se reducirá al mínimo indispensable. En caso de alarma se apagarán todas las luces que den al exterior.
  Tercera.  Las tenencias de Alcaldía designarán los altavoces de establecimientos públicos o casas particulares para que llegue a conocimiento del público los avisos oportunos sobre la posibilidad de una agresión aérea. Además de los avisos por radio, la Dirección General de Seguridad hará llegar  al vecindario la noticia de la presencia inminente de aviones enemigos por medio de la sirena, en la misma forma que en días anteriores.
  Cuarta.  El servicio de alumbrado, tan pronto se de la voz de alarma, ordenará que se apague todo el alumbrado público.
  Quinta. Los tranvías de Madrid circularán constantemente con el alumbrado especial. Los automóviles sólo usaran las luces de posición.
  Sexta.  Los avisos en caso de incendio o de avería en los servicios de agua y gas se comunicarán al teléfono 12800.
  Séptima.  Las peticiones de ambulancias municipales que sean absolutamente indispensables se harán al teléfono número 10011.-Los demás casos de accidentes que requieran servicio sanitario serán atendidos en las casas de socorro.
  Octava.  En caso de alarma se aconseja a la población civil que proceda durante el tiempo que esta dure, que será señalado por radio y sirena, a refugiarse en los sótanos y plantas bajas de las casas o en los subterráneos del Metro, que permanecerá abierto. Las tenencias de Alcaldía tienen orden de indicar los refugios más próximos a aquellas personas que carezcan de ellos. Para tranquilidad del vecindario se hace público que en Madrid existen refugios subterráneos para cuatro millones de personas[xix], es decir, el cuádruple de la población actual.
  Novena.  Todo avión que vuele sobre el casco de la población es enemigo. Sólo los aviones de caza propios están autorizados para volar sobre la población y serán fácilmente reconocibles por su actitud de persecución y porque sólo volarán de día[xx].”

Antes de que finalizara el mes se produjeron otros intentos de características similares (aviones solitarios a altas horas de la madrugada) de atacar la capital y los aeródromos situados en torno a ella sin resultados de importancia, aparte de servir de toque de atención y alimentar el humor local, que calificó a tan madrugadores aparatos como “el lechero”, dado su horario similar al de tal profesión en aquellos tiempos. La prensa volvió a destacar la serenidad del vecindario y el cumplimiento de las disposiciones al respecto, incidiendo en calificar dichas tentativas como cobardes y fracasadas. Descrita de la siguiente forma[xxi]:

“Alrededor de las cuatro de esta madrugada, el servicio de alarma de la Dirección General de Seguridad anunció al vecindario por medio de sirenas que hacían funcionar guardias sobre rápidas motocicletas, la presencia próxima de aviones enemigos.
 El vecindario, sin turbaciones ni confusión, pero con toda celeridad, se puso a salvo de las posibles consecuencias de un bombardeo.
 Muchos vecinos se trasladaron a los túneles del metro y otros pasaron a los sótanos de los edificios convenientemente preparados.
 La alarma cesó cerca de las cinco.
 Parece que ninguno de los aviones de los rebeldes llegó a volar sobre la población de Madrid, ya que lo evitaron los reflectores localizando los aparatos; los cañones y ametralladoras antiaéreos, hostilizándolos y los aviones de caza persiguieron a los audaces hasta muy lejos de la ciudad.
 Vuelta la normalidad, el vecindario tornó tranquilamente a su descanso, sin más incidentes.”

Los partes oficiales de ambos bandos dieron versiones sustancialmente distintas del hecho (como era de esperar, vista la tónica habitual de tales documentos, que sería una constante hasta el mismo fin de la guerra).  Si el parte oficial del Ejército franquista hablaba el uno  de septiembre de  un exitoso bombardeo  la noche anterior sobre la fábrica de reparación de aviones Hispano-Suiza (en Guadalajara) y el aeródromo de Barajas,  el parte radiado por el Ministerio de la Guerra gubernamental a las cuatro de la tarde del día dos (con cierto retraso) habló de otro intento de vuelo sobre la capital, sin consecuencias, con un buen funcionamiento de los servicios de vigilancia y defensa y un buen seguimiento de las instrucciones al respecto por parte de una tranquila población civil. […]




[i]               Mundo Obrero, 8 de agosto de 1936.
[ii]              Es probable que la hora inicial de las 22.00 se considerara muy temprana para las costumbres madrileñas, además de tener en cuenta que a esas alturas del verano prácticamente aún no ha anochecido.
[iii]              Una norma muy dura de cumplir en el tórrido verano matritense.
[iv]             Ésta disposición oculta probablemente dos pretensiones adicionales al intento de evitar los ataques aéreos (por entonces meramente hipotéticos), la de evitar los “coches fantasmas” con los que quintacolumnistas atacaban a las patrullas milicianas o efectuaban disparos causa de alarma y la de tratar de retomar el control de la noche para el Gobierno y su fuerza pública, desbordado por las patrullas de sindicatos y partidos.
[v]              Es evidente que las disposiciones sexta y séptima tienen poco que ver con la defensa contra bombardeos, y mucho con lo ya comentado: retomar el control de la noche por la Fuerza Pública, tratando de limitar la presencia de las milicias y la continuación de los excesos contra los sospechosos de apoyar la sedición.
[vi]             Los “pacos” eran francotiradores solitarios, cuyo nombre proviene de la onomatopeya del sonido de un disparo aislado. La expresión se había hecho popular durante la Guerra del Rif, en las décadas anteriores.
[vii]             El socialista, 25-8-1936.

[viii]            Claridad y La voz diarios de la noche, 27 de agosto y Ahora , 28 de agosto.
[ix]             Salas Larrazábal, Jesús M. Guerra aérea 1936-1939. Tomo 1. La batalla por Madrid. Madrid, 1.998. Ed. Instituto de Historia y Cultura Aeronáutica, pág 156.
[x]              Esta incursión nos muestra que desde el primer momento los aviones y pilotos de la aviación nacional participaron en los bombardeos sobre la retaguardia republicana, sin ser este tipo de actos exclusivos del personal y aparatos de la Aviación Legionaria italiana o Legión Cóndor alemana.
[xi]             Dejaría de serlo unas semanas después, tras la evacuación del Gobierno a Valencia la noche del 6 al 7 de noviembre de 1936.
[xii]             Arias Ramos, Raúl. “La Legión Cóndor en la Guerra Civil. El apoyo militar alemán a Franco” . Madrid, 2003. Ed. La Esfera de los Libros, págs 90 y 91.
[xiii]            Montoliú, Pedro. Madrid en la Guerra Civil. La Historia. Volumen I. Madrid, 2.000. Ed. Sílex., Pág 171.
[xiv]           Vázquez, Matilde y Valero, Javier. La guerra civil en Madrid. Madrid, 1.978. Ed. Giner, págs 92 y 93.

[xv]            De hecho, la escasez de cañones y ametralladoras antiaéreas sería crónica en el bando republicano a lo largo de toda la guerra, y se iría haciendo más y más patente con el progresivo dominio del aire por los aparatos al servicio de Franco.
[xvi]            Servicio Histórico Militar. Partes oficiales de guerra 1936-1939. Madrid 1978, Ed.  San Martín. Tomo I Ejército Nacional, pág. 30. Tomo II Ejército Republicano págs  36 y 37.

[xvii]           A lo largo de toda la Guerra serán muy escasas las ocasiones en que se den datos sobre número de víctimas producidas en Madrid  por bombardeo aéreo o artillero, en los días más duros se hablará de “masacre”,” salvajada”, y términos similares pero sin aportar datos ni tan siquiera aproximativos, tal vez para evitar la desmoralización de la población civil, o preocupar a los combatientes de primera línea por el destino de sus allegados en la retaguardia.
[xviii]          Claridad  29 de agosto.
[xix]            Sic en el original, no indica cuales serían, aparte de túneles de Metro y ferrocarril y sótanos de viviendas y edificios públicos, parece, cuanto menos, una cifra más que optimista. Por otra parte, considera refugio a cualquier local bajo tierra, sin pararse a pensar si está acondicionado (servicios, agua potable, ventilación, asientos o lechos, etc...).
[xx]            Este punto es casi cómico, si no fuera por lo dramático de la situación. Se contradice a sí mismo (“todo avión que sobrevuele el casco urbano es enemigo”, “sólo los aviones de caza propios están autorizados a sobrevolar la población”) y hace indicaciones cuanto menos confusas. ¿Si los cazas sólo vuelan de día, como alcanzarán a los bombarderos que atacan de noche?, ¿Cuál es una “actitud de persecución” en un avión?. De hecho, a los  pocos días de iniciarse los ataques aéreos generalizados y aparición de las esuadrillas de la caza republicana, los ciudadanos de Madrid se convirtieron en verdaderos expertos en aviación militar, distinguiendo aviones de caza y bombardeo, así como modelos empleados por los respectivos bandos.
[xxi]            La Voz  1 de septiembre de 1936.